El péndulo viene de vuelta cuidado

El péndulo viene de vuelta

29 de agosto de 2008, 10:20 AM

A veces me parece que la humanidad se congratula demasiado por la “modernidad” que hemos alcanzado. Tenemos computadoras, teléfonos móviles, Internet y una serie de elementos que han cambiado en forma decisiva la vida cotidiana de la humanidad, aun en países pobres. Me pregunto, sin embargo, si no es lo mismo que sentían nuestros abuelos cuando se juntaban a escuchar la radio por primera vez, o cuando se generalizó el uso del teléfono. Lo mismo puede haber ocurrido con la invención de la línea de producción, la invención del automóvil, los primeros aviones o, antes, con la adopción de la máquina de vapor.

Si tomamos perspectiva y vemos la evolución del conocimiento humano, no fue sino hasta que Isaac Newton a finales del siglo XVII desarrolló la Teoría de la Gravitación Universal que hubo conciencia de que las mismas reglas que Kepler había desarrollado sobre el comportamiento de los planetas obedecían a los mismos principios que sus propias teorías sobre gravedad y movimiento.

Fue apenas en el siglo XIX que se unieron las teorías sobre electricidad y magnetismo, descubriéndose que ambas responden a principios iguales dando cabida al “electromagnetismo” a partir del cual Einstein se nutrió de elementos que acabarían permitiendo el desarrollo de su Teoría de la Relatividad.

Es enteramente probable que en las próximas décadas se desarrollen teorías que unifiquen los principios de todas las áreas de la física en otros universalmente aplicables. Se intuye que todas las áreas están interrelacionadas, pero falta entender mejor cómo se vinculan entre sí.

¿Por qué es relevante esta analogía? Lo es porque los analistas políticos, económicos y financieros tienden a ver sus temas como si estuviesen aislados y para entenderlos no hiciera falta ver eventos que no tienen una obvia relación directa.

Déjeme darle un ejemplo. Acabo de tener la suerte de viajar por la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Austria y Alemania. A algunos de estos países fui hace 25 años, cuando eran países comunistas. La diferencia que se nota en ciudades como Praga, Budapest o Bratislava es abismal. Se ve prosperidad, actividad económica, comercio internacional; la infraestructura de carreteras y telecomunicaciones se ha desarrollado a estándares de Europa occidental, y en general son países que han adoptado incuestionables modelos de mercado.

Es inconcebible pensar este proceso ocurriendo en un período tan corto de tiempo sin incorporar en el escenario lo que ocurría con Rusia, el país bajo cuya esfera de influencia antes se encontraban. Hace exactamente diez años, agosto de 1998, Rusia se declaró en suspensión de pagos sobre su deuda y salió a pasar el sombrero entre los países ricos para salir del humillante atolladero.

Considerando que el Muro de Berlín cayó apenas en 1989, la evidente debilidad de la economía Rusa y el complejo proceso de búsqueda de identidad que comenzó, permitieron que los países bajo dominio soviético después de la Segunda Guerra Mundial pudieran adoptar economías de mercado y un modelo capitalista en un período de tiempo sorprendentemente corto.

El desarrollo de la región no es comprensible sin el desmoronamiento de la Unión Soviética. Pero, igualmente, no podemos comprender el vertiginoso desarrollo de China sin verlo como parte de un proceso de globalización y liberalización comercial cuyo motor provino del gasto en consumo estadounidense, apuntalado por el endeudamiento de las familias que fue posible gracias a que su principal activo –su casa- subió de precio a un ritmo sin precedente. Como en la física, todo está interrelacionado y obedece a los mismos principios.

En mi opinión, es por ello miope el asumir que el entorno no cambiará radicalmente, a pesar de que los eventos que originaron procesos trascendentes lo han hecho.

En cierto sentido, me parece que los procesos de globalización que repercutieron en vigoroso tráfico de bienes, de capital y de trabajadores, tomaron desprevenidos a quienes naturalmente objetarían un entorno así: sindicatos, gobiernos de izquierda, etcétera. Los procesos ocurrieron rápidamente y generaron dinámicas vertiginosas. A la luz del robusto crecimiento global se hacía difícil objetarlas. Ahora, con un crecimiento mundial mucho menor, los escépticos vuelven a aflorar.

El péndulo viene de vuelta. En países como Estados Unidos, los creyentes de economías centralizadas y en el importante rol del gobierno para planear y proveer un mapa para el desarrollo económico, tienen mucha tela por dónde cortar. No sólo han visto el importante papel que ha tenido el gobierno al salvar a bancos privados como Bear Stearns y, potencialmente, e empresas “cuasi agencias federales” como Fannie Mae y Freddie Mac, sino que pueden echarle la culpa a la desmedida ambición de los empresarios y al exagerado enriquecimiento de quienes ya tenían más.

Por el entorno que describí en mis últimos escritos, el déficit fiscal estadounidense crecerá y el gasto gubernamental saldrá a compensar la caída en el gasto en consumo y en la inversión privada. El gobierno se endeudará para compensar el proceso de desapalancamiento privado que amenazaría con generar una recesión profunda si ocurre sin que el gobierno ofrezca un contrapeso. Todo esto ocurrirá, seguramente, bajo el ojo vigilante de un senado controlado por el Partido Demócrata y por un Congreso que también lo estará. Probablemente, el poder ejecutivo estará igualmente en las manos de este partido. La tentación del populismo hará su arribo.

Pero un gobierno que orgullosamente salga al rescate difícilmente se pondrá límites. El péndulo, seguramente, se moverá en la dirección “equivocada” generando cierta inercia.

En el aspecto geopolítico, el resurgimiento de Rusia tratando de imponer límites a la occidentalización de su patio trasero, también le impondrá costos al potencial desarrollo de la región. Dentro de las ciudades que visité, el caso de Viena me pareció particularmente interesante. Esta ciudad ha asumido un decidido papel como eslabón entre Europa occidental y oriental, que le ha generado incuestionable prosperidad.

La desaceleración económica global que viene va a generar más que desempleo. Va a poner en duda un modelo que está apenas en vías de arraigarse en países que hasta hace no mucho vivían en modelos radicalmente diferentes.

Pero aun en el país más capitalista de mundo resurgirán quienes culparán de todo lo que ha ocurrido a esa misma globalización que generó riqueza sin precedente en la última década. El péndulo viene de vuelta y generará presión proteccionista, tratará de entorpecer inversión fuera de las fronteras y creerá que la relevancia del gasto y la deuda pública debe ir más allá del rescate temporal y arraigarse en el modelo económico.

Como en la física, todo está interrelacionado. El entorno será diferente para quienes tienen clara interacción con el mundo desarrollado y también para quienes creen no tenerla. No es el fin del mundo, como lo han presagiado los más pesimistas (como Nouriel Roubini); pero sí será un mundo diferente que, precisamente por el negativismo que engendrará, ofrecerá excelentes oportunidades para hacer sólidas inversiones para aquellos que tengan una perspectiva de largo plazo.

Quienes decidieron tomar el riesgo de invertir en la bolsa rusa en la época del “default” han recibido un rendimiento anual compuesto de 46.6% (medido con el índice RTS) en los últimos diez años (Quien invirtió 100 dólares hoy tiene 4,400). En el mismo período, el índice S&P 500 dio un rendimiento anual compuesto de 1.7% (quien invirtió 100 hoy tiene 118). Las crisis generan oportunidades. El carácter chino que se utiliza para escribir “crisis” agrupa el signo de riesgo con el de oportunidad. Ambos elementos están, sin duda, hoy presentes.





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